Es necesario, dicen, saber ser lento, se debe saber callar.

Ricardo Piglia, Formas breves.


martes, 28 de febrero de 2012

La invención de la soledad



Existen recuerdos varios, variados son los recuerdos. Todos y cada uno de ellos traen algo entre manos, algo que ofrecer, algo que mostrar. Algunos son quisquillosos, babosos como el ojo de un caracol que confiado y solemne  desenrolla su tripa hasta que tropieza con la realidad y retorna, histérico, a la cueva que lo pareo. Otros alardean delirio post estimulo externo. Caminas tu presente, nada te inquieta y estas tranquilo hasta que el estimulo se revela y el recuerdo lo embetuna todo de nebulosas, chispas y guirnaldas; te transporta, pierdes equilibrio, crees estar viviendo, por segundos, en otra dimensión ya experimentada y que ahora se conjuga de nuevos matices. Vomitas. Claro que algunos tienen tolerancia al vértigo y disfrutan hasta la medula del viaje. No vomitan.


La invención de la soledad de Paul Auster es un viaje. Un viaje de inmersión en donde se corre el riesgo de explotar en tiritas por la presión que amenaza en la pulpa de los fondos. Un viaje de atracción y expulsión, según las leyes que gobiernen determinadas emociones. Un lento y rápido ir y venir. Una búsqueda, una reconstrucción, una búsqueda que se desmorona, una búsqueda en reconstrucción.          

  

La memoria y sus vericuetos como escenario. Relaciones de padre, hijo, hijo, padre. Teorías literarias y reflexiones que ahora no recuerdo pero que sé me gustaron mucho.

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